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 Desde mucho antes de quedarme embarazada siempre tuve claro que cuando tuviese un hijo le daría el pecho, “si es que podía claro…”.
Cuando por fin llegó el gran día y empecé las clases de preparación al parto me convencí de que solo un cataclismo podría impedirme dar el pecho a mi hija, y cuanto más leía sobre el tema más me sorprendía la falta de información que existe sobre la lactancia, cuando es algo de lo más natural y que debería ser sencillo.
 Cuando por fin llegó el día del parto comencé a entender de donde venían tantos problemas con la lactancia, del poco apoyo que te brindan en el hospital y de la inseguridad que te hacen sentir.
Yo conocía la teoría a la perfección, pero a la hora de llevarlo a la práctica era un poco más complicado de lo que pensaba, no sabía cómo hacer para que Aroa se agarrase bien al pecho, estaba agotada tras un parto largo y la matrona del hospital no parecía muy dispuesta a colaborar. Por suerte conmigo estaba una amiga matrona que me ayudó, y en media hora Aroa estaba comiendo feliz, una pena que juste en ese momento se acordaron de quitarme el catéter de la epidural, por lo que Aroa se quedó sin teta un rato (pobrecita lloraba desconsoladamente). De nuevo la quise poner a comer, pero solo con la ayuda de mi amiga era capaz de que agarrase el pecho, temía el momento en el que ella se fuese y tuviese que ponerla de nuevo a comer, pensaba que no sería capaz. Así pasamos la primera noche, Aroa solo comía de una teta porque no se agarraba a la otra, por la mañana apareció mi primera grieta. 
Al día siguiente descubrí que en otra postura era capaz de darle de  la otra teta porque veía mejor como se agarraba. Llame de nuevo  a mi amiga y fui recuperando confianza gracias a sus palabras de ánimo y a sus explicaciones.
Cuando ya creía que todo iba sobre ruedas llegó la noche. Las enfermeras necesitaban a Aroa dormida para hacer la prueba del oído, pero ella no se dormía porque tenía hambre y  porque había dormido todo el día. Empezaron a decirme que tenía que darle un biberón que yo no tenía leche (para comprobarlo me exprimieron los pechos), que la iba a matar de hambre, resumiendo que me hicieron sentir como una mala madre por empeñarme en no darle el biberón, así que al final cedí. Aroa se quedó dormida un instante después de tomar el biberón, eso sí, una hora después lloraba desconsolada de los gases que tenía.
Por fin me fui para casa, llena de dudas sobre si tendría leche, a pesar de que sabía que solo tenía que poner  a la niña al pecho para conseguirlo, y sintiéndome culpable por no tener un biberón en casa y leche de fórmula para darle por la noche (afortunadamente no lo tenía). Esa primera noche en casa Aroa lloraba y yo la ponía al pecho todo el rato, exprimiéndome las tetas con la mano para comprobar si tenía leche o no, por suerte en alguna ocasión salía algo, lo que hizo que fuese recuperando  la confianza en mí misma. Así fuimos pasando la noche, sin dormir y con dolor  cada vez que se agarraba al pecho debido a las grietas. Con el paso de los días la cosa mejoró, por fin me subió la leche, y las grietas se curaron dejando secar la leche en el pezón y  con un poco de purelán.
            Ahora ya han pasado algo más de dos meses desde que nació Aroa, y la lactancia va viento en popa, no la cambiaría por nada del mundo, y es como siempre lo había imaginado.. Cada vez alguien me dice lo grande que está me lleno de orgullo y sonrío, y les digo “para que digan que la teta no alimenta….”

Estas son las razones por las que decidí dar el pecho y por las que continúo haciéndolo:
  • Porque es lo mejor para Aroa
  • Porque me da  sensación de libertad, voy a donde quiero sin preocuparme de la hora porque sé que le puedo dar de comer en cuanto lo necesite
  • Porque me encanta mirarla cuando mama 
  • Por los gruñidos de león cuando ve la teta
  • Por los soniditos que hace al mamar
  • Por las sonrisas que me dedica cuando hace un parón en la comida
  •  Por la cara que pone cuando se queda dormida
  •  Por como coloca la cabeza usando la teta de almohada para dormir
  • Porque parece que picotea como un pajarillo cuando busca
  • Porque nos hace felices a las dos y al papá que nos mira
  • Y por un montón de cosas  más que no sabría explicar a alguien que no haya disfrutado la experiencia, seguro que a todas las compañeras de Teta e Coliño se os ocurren un millón de razones.
Yo he tenido la gran suerte de contar con el apoyo de mi marido y, además, de contar con  la ayuda de una amiga matrona desde el principio. Por esto  considero que es importante contar con grupos de apoyo a la lactancia como Teta e Coliño, del que formo parte, para poder ayudar a otras madres que lo tengan tan claro como yo y que necesiten un poco de ayuda  o, simplemente apoyo, para conseguir una lactancia exitosa y feliz.
 
Sonia Pernas, mamá de Aroa